miércoles, julio 12, 2017

"En una colina diminuta...", de Francisco Garamona






En una colina diminuta
cubierta por la hiedra y el tiempo
hay una ruina altiva
hacia la que encaminé
mis pasos sin saberlo.
Una guirnalda de hojas vibraba con el viento
y era mi corazón que se escapaba.
Suave grillo que dormía
después de una larga noche de lamentos,
protegiste tu vida y también la mía.
Fuiste sin saber mi celador.
Yo estaba preso de mis impulsos desmedidos.
Me tiraba en el pasto y arrancaba
la hierba con mis manos,
desmenuzando así a los únicos
testigos de mis pasos.
Ya sabés corazón que yo no pude con tu brío.
No eras un caballo, no eras un molino,
ni tampoco aquella temporada ausente
que nos unió con sus ropajes.
Tiemblo como una hoja y es tan fácil,
que cuando miro trepidar el aire en el follaje
sé que eso es puro efecto de la naturaleza.
Pienso que esas ruinas
son como esqueletos de leopardos
y que las manchas de sus pelajes que no existen
desaparecieron para dejarnos ahora
mirar todo el espacio alrededor nuestro.
Nunca te entendí pequeño corazón,
terso junco que fue reciprocidad de los comienzos...
El sendero se pierde más allá de donde fuimos.
Te veo alejarte como un ave que busca su comida.
Hay mil formas que no forman nada,
pero una de ellas quiere decirnos algo.
¿Por qué desmelenabas tu pelo
mostrándote ante mí como una estatua
llena de cualidades y actitudes
dirigidas hacia una vida intensa?
No puedo preguntar por el sentido,
prefiero quedarme con el interrogante.
La montaña es de pena y es de oro
y crepitan las sombras de nosotros
en poses que confunden el presente.
Por eso ahora apretamos bien los dientes,
mandíbulas clavadas, caninos obsesivos,
reparten la mordida sobre tus brazos y los míos.
Los besos siempre guardan el aire que tuvieron.
Corazón mirá entonces el ciruelo
torturado del paisaje.
Nadie nos enseñó como era esto.
Fuimos violentos los fines de semana.
Destruí tu ropa para ver lo que había abajo
y eras pura piel y simple enigma
en el que me perdí como un fanático
intentando completar lo que faltaba
porque siempre nos faltaba algo
y en esa ausencia construimos un templo para amarnos.
Aunque no nos comprendimos fuimos eso.
Materia enamorada que surgió de nuestra sangre
para regar la tierra en la que tarde o temprano
encontraríamos descanso.
Para al fin olvidar ese tesoro
que nos cegó con su brillo primitivo.
Quiero despedirme y no sé cómo.
Tengo sed y tengo agua, tengo todo
y a la vez no tengo nada.
Estoy liviano y el trabajo se realiza sin esfuerzo.
Adiós a todo lo nuestro.
Me quedo con tu cara que reía.
Dame un segundo por favor,
quiero fijarla, porque así también veo mi vida.







2017

















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